Como os dije, hace algunas semanas que fui a hacer el Camino de Santiago corriendo con mi amigo Jon. Mi intención era contaros mi experiencia a modo de "diario", pero las cosas se torcieron un poco más de lo esperado. Cuando llevábamos una semana y casi 200 km corriendo, en la bajada de los Montes de León, mi rodilla cascó. Tuvimmos que terminar la etapa caminando y aunque no quería creerlo, sabía que en el fondo había muchas posibilidades de que ésto me mandara de vuelta a casa.
Al día sigiente me levanté bastante bien, y aunque ya descartamos lo de correr desde un principio, la etapa fue un verdadero suplicio desde el kilómetro 10. Viéndolo friamente lo lógico hubiera sido parar y no empeorar más la situación, pero todavía confiaba en que al día siguiente me levantaría sin dolor y podría seguir, así que cojeé como pude hasta Villafranca.
Cuando me levanté todas mis esperanzas se desvanecieron. Tenía la rodilla ardiendo y con una ligera hinchazón, aunque casi imperceptible, y me dolía con estar de pie. Aún así nos pusimos en marcha y al salir del pueblo ya caminaba con una evidente cojera. Estoy convencido de que a partir del km 5 cada paso que dí fue gracias a Jon, al principio por no decepcionarlo, por no querer aceptar que me iba a casa, y después por todo el apoyo y ánimo que me dió. Finalmente en el kilómetro 20 y tras 10 km arrastrámdome con paradas cada 15 minutos, la rodilla dijo basta a los pies de O Cebreiro.
De esto hace ya dos semanas, pero no tenía ganas de escribirlo. Si mi rodilla salió maltrecha, mi cabeza aun más, pero como siempre, y aunque me ha costado darme cuenta, se pueden sacar lecciones positivas de todo.
A Jon, gracias por todo, y al camino, nos veremos pronto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario